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La actualidad del sistema eléctrico chileno no es la más deseada. Incluso, hay expertos en la materia que utilizan las palabras “fragilidad” e incluso “debilidad” para explicar sus críticas con respecto a este tema. Y es que realmente se podría decir que la mayoría de las opiniones convergen en que es de vital importancia intervenir de forma eficiente el modelo vigente si lo que se quiere es alcanzar buenos estándares de calidad y confiabilidad en el sistema y al mismo tiempo bajar los precios que tanto están afectando el bolsillo de los consumidores finales.



Entre la variedad de razones que el sector le permite tener a sus críticos para pensar de esta forma se encuentra el impulso constante que se le hace a la construcción, y por tanto, ampliación de la capacidad de generación que en algunos casos surge de la necesidad de reemplazar centrales que usaban gas argentino y que tienen un costo de operación muy alto desde la crisis, pero que a final de cuentas, está dejando un desbalance muy desfavorable en vista de la poca inversión que se dirige hacia las instalaciones que transportan la energía. Este segmento del sector chileno, desafortunadamente, fue diseñado con proyectos que no tenían muy en cuanta visiones a futuro, es decir, crecimientos de la demanda y por consecuencia crecimientos de la generación de energía. Fueron pensados en el corto plazo, lo que dio como resultado un sistema sin redundancia que proporcione buena seguridad ante anormalidades, y además sin holgura o suficiente capacidad adicional disponible para hacer frente a los aumentos constantes de demanda del país.


Este panorama más temprano que tarde tenía que llegar a donde de hecho ya se está llegando. En varios puntos de la red existen tramos de transmisión que se encuentran saturados porque han alcanzado su capacidad máxima de transporte. Evidentemente esto es una gran inconveniente para el desarrollo de todos los demás sectores, y en si para el abastecimiento eficiente y oportuno de la energía eléctrica requerida, porque si no hay medios para hacer llegar la potencia al consumidor, simplemente los proyectos se estancan.


Lo anteriormente descrito es una de las causas que explica la preocupación de los agentes y del Estado. En el siguiente documento se presenta un estudio a la Ley 19.940 de marzo del 2004 o Ley Corta I, y a la Norma Técnica de Seguridad y Calidad de Servicio de marzo del 2005, en búsqueda de las exigencias y procedimientos que la autoridad eléctrica chilena impone actualmente a los operadores del segmento de transmisión con miras a mejorar la calidad y aumentar la disponibilidad de capacidad de transporte específicamente en el Sistema Troncal. De la misma manera, se ahondará en la regulación eléctrica de Colombia para entender el método que esta usa para incentivar a los privados a mantener siempre buenos estándares de calidad en los tramos de transmisión.


El objetivo del trabajo es analizar los modelos de incentivos existentes en Chile y en Colombia, y encontrar si es posible, un tercer caso a nivel mundial que pueda servir también como referencia o que se considere pueda aportar buenos ejemplos al estudio. Se hará un paralelo entre dichos casos, entendiendo qué tan eficiente es cada uno, cuáles son los puntos altos y bajos en ellos, y finalmente, se identificarán cuáles podrían ser unas buenas alternativas y propuestas al modelo regulatorio que se aplica en Chile en el Sistema de Transmisión Troncal.









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